La sopa de ajo es un plato tipicamente castellano de origen humilde con múltiples variantes según la economía de la familia y los gustos del cocinero.
En muchos sitios de España ha servido de almuerzo para pastores y agricultores, Se desayunaba café bebido al alba y un par de horas después, para mantener las fuerzas, se tomaban las sopas de ajo, generalmente con uno o dos huevos que se cocinaban con el calor de la sopa.
Al día siguiente de una comida copioso como las que vienen en las Navidades es muy sano tomarlas por la mañana debido a su fácil digestibilidad, actuando al mismo tiempo como emoliente y neutralizante de la mucosa estomacal irritada por los abusos.
Yo las hago con pan del día anterior, ajos, aceite de oliva virgen, pimentón, sal y tomillo.
Pongo a hervir como litro y medio de agua con tomillo que corto de mi jardín y mientras tanto pongo aceite en una sartén honda que llene el fondo y frío dependiendo del tamaño 6 u 8 ajos enteros y sin pelar y los retiro, le echo el pimentón cuidando que no se queme, luego el pan cortado en rebanadas finas que casi llene la sartén y a continuación le echo la infusión de tomillo, que según gusten mas espesas o mas caldosas se le echara mas o menos caldo y la sal, pelo los ajos y los machaco en el mortero y lo añado al guiso y lo dejo cocer todo unos 15 minutos. Cuando estén casi al punto se le pueden añadir unos huevos para que se escalfen con el calor.
Mi abuela decía que revivía a un muerto.